Halloween

No me gustan nada estas fiestas importadas, aunque reconozco que todas las tradiciones tuvieron que tener una primera vez; pero mandé a mis hijos a un colegio inglés, y viví en un perpetuo ejercicio de imaginación; a Papá Noel lo liquidé diciéndoles que nuestra familia era toda castellana antigua y no teníamos ninguna ascendencia francesa, así que Papá Noel pasaba de nosotros, solamente iba a casa de los niños con abuelos franceses; como a ese colegio iban niños de todas las nacionalidades, se lo creyeron.

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Con Halloween lo tuve más fácil, en el colegio se disfrazaban, pero en casa recuperamos una tradición de mi tierra, que comento aquí , por si a alguien le gusta la idea.

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La noche anterior al día de los Santos, los niños preparan unas talegas (bolsas de tela para que no se estropeen lo que echan) y las rellenan con los frutos del otoño: castañas, nueces, manzanas, higos, pasas, boniatos, chirimoyas, etc, todo lo que les guste. Sacan brillo a las frutas y eligen frutos secos que no estén rotos porque, por la noche, la ponen abierta a los pies de la cama y dejan una vela encendida en la ventana, para que los Santos sepan que en aquella casa hay mochila y que se les invita.

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Al día siguiente, siempre se encuentran una manzana mordida o una nuez abierta, lo que les hace mucha ilusión y en Ceuta, que siempre hace buen tiempo, se va de excursión al campo a comerse la mochila. En Madrid se la comen en casa y durante una semana, la madre recoge cascaras de todo sitio imaginable o no.

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Pero se cristianiza la fiesta, se les entretiene en familia y, con la excusa de que son muy buenos para el colesterol, se pone uno como una boa a frutos secos, que mira que están ricos y engordan los condenados

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